jueves, 23 de junio de 2011

NO habrá otro igual


Aunque resulte extraño, muchas veces ocurre que la fría pantalla del televisor nos convierte testigo de hechos que, por diversas razones, nos emocionan de una manera tan irracional, que hasta nos sentimos partícipes de sucesos que nada tienen que ver con nuestra influencia.
Incluso, conozco gente que durante los mundiales de fútbol, supone que las escasas victorias de nuestra selección, tiene una relación directa con el color de su ropa interior. Y en consecuencia, llegan a imponerse, con una férrea disciplina, el uso exclusivo de UN calzoncillo como si fuese el garante de una buena racha deportiva.

Sin embargo para el bien del medio ambiente, ese tipo de conductas no suelen mantenerse a lo largo del tiempo. Sobre todo porque la selección Argentina sólo es eficaz destruyendo cábalas.

Por mi parte, nunca he llegado a esos niveles de fanatismo, y tampoco de suciedad. Pero sí muchas veces me emocioné frente al televisor con un hecho deportivo.
En ese sentido, por estos días que los hinchas de Boca nos quedamos sin la persona que más alegría nos dio. Recuerdo más que nunca la primera vez que Martín Palermo me hizo muy, pero muy “feli”. Y curiosamente no fue vistiendo la camiseta xeneize.
Ocurrió durante un viernes por la noche, en el que mi destino me llevó hasta la localidad de Zarate. Una de las ciudades más feas que he podido conocer.

Así que mi ánimo no era el mejor, y encima tuve le idea de ver el partido que iban a disputar RiBer frente a Estudiantes de LP, en el gallinero mayor de la Argentina.
Mis expectativas entonces eran las peores, ya que el equipo de Ramón Diaz estaba repleto de estrellas como: M.Salas, M.Gallardo, J. Sorín, E. Berizzo, R. Monserrat, H. Díaz.
Mientras del otro lado se presentaba un Estudiantes digno, pero no mucho más que eso. En consecuencia, nadie pudo prever lo que finalmente sucedió: Una goleada inapelable del equipo de La Plata sobre los pobres millonarios por 4 a 1.
Sin embargo lo que más me emocionó en aquella jornada no fue el resultado, sino los dos festejos de Martín, quien simuló ser un monje orando, ante el “silencio atroz” del monumental. El efecto entonces fue la conversión del estadio en un mudo templo budista. Es decir, un “bardeo” fenomenal.
Luego de unos pocos meses de aquel hecho, Palermo se colocó al fin la camiseta de Boca, con la cual, registró la cuantiosa suma de 13 títulos y 236 goles. Pero hay algo que las estadísticas no pudo registrar, y se refiere a cuan profundo es el amor que tienen los hinchas de Boca por Martín.
Para eso no nos sirven los números, sobre todo porque se trata de un sentimiento que es INFINITO.

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